
La Acalcazaba...cuando subes al cerro de la Muela estás en un lugar mágico, en el corazón árabe de Badajoz y mientras corres por los caminos del parque en el interior de sus murallas, la ciudad se encuentra a tus pies abrazada por el río. Voy corriendo, y mientras la brisa de esta noche de verano refresca el sudor y el esfuerzo, recuerdo mi infancia y mi primera adolescencia entre estas murallas. Absolutamente feliz.
El pasear con mis padres y recorrer la muralla era un momento mágico, ¡Cuéntame otra vez la historia, papá! ¡Cuéntamela!, pero ¿De verdad vivían aquí los árabes? y entonces...
Mas adelante, con apenas trece o catorce años ya subía con mis amigos, niños flor, a dibujar con las primeras luces del alba las imágenes de las murallas y el río, a poner en pie los primeros movimientos de objeción de conciencia, los planes del centro de recuperación de aves de la piscifactoría, las voladuras de cometas en San Isidro, las excursiones a la montaña y a ese Valle del Jerte que nos proporcionaba tanta libertad a ritmo de Neil Young y aguas heladas...y entonces...
Tras las caricias y el contacto amoroso y puro de los primeros amores, las despedidas. Las ilusiones, el futuro de cada uno de nosotros lejos de casa, otras ciudades, otros amigos, pocos se quedan, Granada, Sevilla, Salamanca, Madrid, Valencia nos esperan...y entonces...
Al regreso la Alcazaba está descuidada, marginal, encerrada en sí misma, olvidada, sucia, desconocida.... tímidamente la celebración de la fiesta de Almossasa , la voluntad de los vecinos , y un proyecto de recuperación integral con un trabajo minucioso, la Facultad de Biblioteconomía, el museo Arqueológico y la celebración de actividades culturales facilitan el regreso de Badajoz al interior de sus murallas, poco a poco, aun son muchas las personas que la miran de lejos, recelosas.
Yo estoy feliz, porque vuelvo a recuperar estos días azules y este sol de la infancia mientras corro por sus caminos de tierra, entre sus murallas, subiendo y bajando desniveles, pisando la historia.